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jueves, 9 de septiembre de 2010

EL RETROPROYECTOR: UNA SORPRESA PARA TOD@S

Más adelante, en una clase regular de chicos y chicas adolescentes, María me sorprendió con su iniciativa. María era una alumna con tetraplejia y muchas dificultades de lenguaje, pero con las funciones cognitivas intactas. Yo impartía clase de ciencias naturales y era costumbre que los alumnos realizaran un trabajo anual sobre cualquiera de los temas expuestos en clase. En lugar de hacerlo individualmente, asigné a María una pareja y juntas fueron trabajando en el tema elegido. Era de imaginar que María se encargaría de las tareas de investigación y elaboración en el ordenador, pero no de la exposición. Para mi sorpresa, días antes de la exposición, María me preguntó si sería posible disponer de un retroproyector en la clase y afortunadamente el colegio tenía uno, antiguo y abandonado, pero aun operativo.

El día de la exposición, María con ayuda de su compañera, fue colocando las diapositivas y explicándolas con un sintetizador de voz en el ordenador. Fue toda una lección, un descubrimiento una enseñanza que me hizo ver que trabajamos en esto para enseñar, pero mucho más para aprender.

Una vez que María introdujo el retroproyector en mi mundo pedagógico, comencé a indagar qué usos podría tener con los niños especiales con los que tanto me gusta trabajar. Fue un tiempo después cuando cayó en mis manos un jovencito de 6 años, Juanjo, discapacitado visual pero con restos de visión. Las matemáticas no eran su fuerte y tenía una base poco sólida, así que empezamos por los números.

Cuando más o menos empezó a dominarlos pensé en actividades motivadoras sobre el papel, pero todo era demasiado pequeño, así que en un papel dibujé un elefante, después superpuse un acetato y fui poniendo puntitos con su correspondiente número para que al unirlos diera el mismo elefante que yo había dibujado en el papel.

Juanjo llegó a clase ese día y se encontró con el retroproyector y la proyección del acetato sobre una pizarra Veleda. Le expliqué la actividad  y comenzó a unir los puntos. Cuando terminó y apagamos el aparato… ¡Tendríais que haber visto su cara!






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